La primera prueba tangible de los orígenes de esta relación parasítica se halló en los años ‘90, cuando unos arqueólogos encontraron en la antigua ciudad egipcia de el-Amarna restos fosilizados de chinches de cama de unos 3.550 años de antigüedad.
A pesar de ello, los científicos creen que la asociación entre chinches de cama y seres humanos tiene su origen mucho más lejos, concretamente en la época en la que el ser humano compartía cavernas con los murciélagos. Estudios recientes han descubierto que en Europa existen dos poblaciones distintas de chinches de cama, una que tiene como huésped predilecto al ser humano, y otra que tiene como huésped los murciélagos. Estas dos poblaciones de la misma especie parece que están evolucionando de modo distinto, por lo que se cree que acabaran convirtiéndose en especies diferentes.