Los mosquitos son insectos con una gran capacidad olfatoria. Los órganos del olfato se hallan ubicados en las antenas, y con ellos son capaces de detectar a sus víctimas. En un primer momento lo que más atrae a los mosquitos es la detección del dióxido de carbono exhalado en nuestra respiración, pero una vez nos tienen a tiro, lo que realmente les atrae es el olor que desprenden las bacterias que se hallan ubicadas en nuestros pies.
Por mucho que mantengamos una buena higiene, nuestra piel presenta siempre una población permanente de microorganismos en su superficie. Además, dependiendo de la zona del cuerpo, las especies de microorganismos que se encuentran pueden variar. En los pies hay toda una flora bacteriana que emana olores característicos perceptibles por los mosquitos (y en ocasiones también perceptibles por el ser humano), que son muy atrayentes para algunas especies de mosquitos diurnos como los del género Aedes.
No importa lo bien que nos lavemos, ni si usamos o no perfumes, los mosquitos pueden detectar estos olores más allá de cualquier otro olor. Son implacables. Con suerte, la única forma de evitar sus picaduras es usar pantalones largos, unos buenos calcetines y una generosa dosis de repelente de mosquitos.